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Con el invierno, la gripe comienza a invadir nuestros organismos. Una vez que esto ocurre, es poco lo que podemos hacer. Por este motivo, desde hace largos años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alienta diversas investigaciones a fin de hallar una vacuna contra la gripe. Y todo indica que este objetivo se esta logrando. Conozcamos en profundidad en qué consiste esta “mágica” herramienta para prevenir la gripe.
La gripe es una enfermedad producida por un virus (llamado influenza en el mundo científico). Este virus es capaz cambiar año a año, lo cual hace que al organismo le resulte muy difícil establecer una defensa eficaz contra el mismo.
Si bien esta enfermedad constituye cada año una molesta invasión, hubo tiempos en que la misma se erigió como una verdadera pesadilla para médicos y pacientes. Fue en 1918 cuando una verdadera epidemia produjo los índices de mortalidad más elevados de la historia de este mal, provocando la muerte de quince millones de personas, en su mayoría niños y adolescentes.
Cuando se padece gripe, la sintomatología es muy evidente: se verifica una súbita aparición de fiebre de breve duración (entre tres y cinco días), acompañada por secreción nasal abundante, inflamaciones de garganta y tráquea, dolor de cabeza y un típico dolorimiento articular y muscular.
Al verificarse estos síntomas, lo primero que debe hacerse es guardar reposo físico y psíquico. Esto quiere decir, que se debe permanecer en cama, sin trabajar o realizar actividades que
requieran de esfuerzo. A decir verdad, más que una recomendación esto se tornará una imposibilidad para el enfermo, pues la sensación de abatimiento no permite efectuar actividad alguna, aunque se lo desee.
Según la consideración de los entendidos, no existe un tratamiento que cure la gripe. Más bien, en estos casos, la medicina indica aplicar medidas sintomáticas para paliar los eventuales malestares. Esto es, que si el paciente tiene fiebre, se le indicará un fármaco antifebril, si sufre tos se le recetará un antitusivo, y si padece dolores de cabeza, se le recomendará un analgésico. Para esto, precisamente, sirven los llamados antigripales. No curan el cuadro clínico, sino que ayudan a soportar mejor la recuperación que, indefectiblemente, tendrá una semana de duración.
Pero ¿es cierto que una simple vacuna puede evitar todo este caos? aunque la vacuna constituya un excelente medio de prevención para evitar la aparición del virus de la influenza, existen otros mecanismos (también útiles) tendientes a alejar los cuadros de gripe. Dos ejemplos:
Evitar los cambios bruscos de temperatura. Si estamos en un clima de treinta grados centígrados, y repentinamente pasamos a uno de menos diez, estaremos facilitando orgánicamente la llegada de los virus. Desde el punto de vista médico, esto se explica por que las mucosas nasales poseen una acción preventiva contra las infecciones virales bajo ciertos valores de temperatura y humedad. Si se pasa de un extremo al otro, el organismo reducirá sus defensas, permitiendo que proliferen las infecciones bacterianas y virales.
Tratar de no permanecer mucho tiempo con otras personas en ambientes cerrados, sobre todo en las épocas invernales. Es prudente la renovación del aire en dichos ambientes.
A pesar de que estos métodos sean eficaces, y son aconsejables, es útil señalar que ninguno es tan eficaz como la vacuna para evitar los clásicos cuadros de gripe. Es más, sin la vacuna es muy difícil evitar padecer un cuadro gripal por año. Pero veamos de qué se trata esta “misteriosa” vacuna de la que todos hablan.
Como sabemos, la gripe tiene un cuadro clínico característico y varias cepas distintas del mismo virus influenza son los agentes causales que van mutando año tras año. Es decir que, por ejemplo, en el año 2001 aparecerán virus nuevos que nunca existieron, por lo que no somos inmunes ante ellos.
A sabiendas de esta situación, la OMS viene impulsando desde hace décadas una serie de estudios que hoy han llegado a buen puerto. Como fruto del avance tecnológico y el empeño de los investigadores científicos, se consigue año a año fabricar la vacuna hecha a partir de virus de la gripe atenuados o muertos que aquejaron los últimos años protegiendo, de esta manera, contra los virus más nuevos. La vacuna permite que el individuo reaccione inmunitariamente. Esto significa que, al llegar el verdadero virus, el organismo dispone de las herramientas necesarias para defenderse del influenza.
Pese a que la tarea parezca relativamente sencilla, debemos afirmar que esto es bastante relativo, pues debido a que los virus van cambiando de forma cada temporada, los investigadores sólo pueden trabajar y elaborar las vacunas en base a los microorganismos que hayan tenido mayor actividad en el mundo. Es a partir de ellos, y luego de recurrir a fuentes estadísticas, que los expertos fabrican cada año una nueva versión de la vacuna.
Una pregunta que muchos se formulan es si quienes se aplican la vacuna están protegidos ciento por ciento contra la gripe. La respuesta es que las posibilidades de estar completamente cubierto contra las infecciones virales no son absolutas. Lo que sí, el paciente estará definitivamente protegido contra los virus que componen esta vacuna, aunque no contra las nuevas mutaciones producidas ese año que no hayan estado en los cálculos de los investigadores, ni tampoco contra los nuevos virus, desconocidos para la ciencia al momento de desarrollar la nueva versión de la vacuna.
Todo esto nos sirve para aclarar que los vacunados contra la gripe pueden llegar a sufrir esta enfermedad, aunque es muy poco probable que esto ocurra. Por este motivo, y para prevenir el contagio de la enfermedad, no debe descartarse la puesta en práctica de las medidas profilácticas anteriormente mencionadas.
Ciertas creencias sostienen que los adultos jóvenes y personas sanas no tienen necesidad de vacunarse. Esto no es tan así.
Si bien es cierto que una importante porción de la población posee una eficaz protección natural contra estos enigmáticos microorganismos unicelulares, gracias a la buena constitución de la barrera inmunitaria del organismo, es necesario aclarar que todos somos potencialmente vulnerables al virus influenza.
Por eso, y porque la vacuna nunca hace mal -ya que no tiene efectos colaterales, posee una excelente tolerancia y no produce reacciones adversas- debemos concluir que siempre es positivo aplicarla.
En pocas palabras: más vale vacunar que curar.
A decir verdad aplicarse la vacuna es, más allá de una cuestión médica, es una ecuación de costo-beneficio. Basta con colocar en un plato de la balanza lo que significa vacunarse (el costo comercial de la vacuna, más la “molestia” de recibir un pinchazo) y en otro los trastornos que implican tener que estar una semana bajo reposo absoluto, privados de actividad y con las típicas molestias ocasionadas por la gripe, para llegar a la evidente conclusión de que lo mejor es vacunarse.
De todas maneras, los especialistas concuerdan en que existe un conjunto de individuos para los cuales las desventajas de no aplicarse la vacuna son mucho mayores que para cualquier otra persona. Esta población es la que posee una mayor propensión que los demás integrantes de una sociedad a contraer la gripe. Ellos son los que constituyen el llamado “grupo de riesgo”, compuesto por distintos estratos:
Niños pequeños: las defensas inmunitarias de los chicos menores de tres años suelen ser particularmente vulnerables a los ataques del virus influenza, ya que los mismos no han concluido el fortalecimiento de sus sistemas de protección natural.
Personas mayores: los ancianos también constituyen un grupo de peligro, ya que sus sistemas inmunológicos suelen no ser tan eficaces como los del individuo joven. Además, sus capas mucosas internas sufren el deterioro producido por el paso del tiempo, lo que aumenta la permeabilidad de estas barreras orgánicas.
Alérgicos: debido a su constitución inmunológica, estos grupos suelen estar más predispuestos a padecer cuadros de rinitis. Si a ello les sumamos los cuadros gripales, tendremos pacientes que estarán enfermos todo el año.
Cardiópatas: aquellos que sufran trastornos del corazón también deben extremar las medidas de cuidado a través de la vacunación, ya que en estos pacientes una gripe puede ser mucho más peligrosa que en una persona sana.
Si bien el mercado cuenta con diversas clases de vacunas ante la irrupción de la gripe, es necesario aclarar ciertos matices en este sentido.
En primer lugar, debemos decir que hoy existe un solo tipo de vacuna antigripal, cuya forma de aplicación es inyectable, aunque algunos expertos puedan estar trabajando en el desarrollo de otras formas de administración, para hacerla menos traumática aún. Como ya lo hemos aclarado, esta vacuna fomentada por la investigación de los más destacados laboratorios en el mundo -bajo el auspicio de la OMS-, cuenta con una síntesis de todas las partículas de todos los virus atenuados o muertos conocidos en el mundo (no sólo en el país en el que la vacuna habrá de distribuirse), y se aplica en una sola dosis una vez por año. Este medicamento es de suma utilidad para la salud de toda la población e, incluso, constituye una herramienta necesaria para los llamados grupos de riesgo.
Por otro lado, debemos distinguir una segunda variedad de vacunas: las antimicrobianas, que son recetadas por algunos especialistas para combatir cuadros de catarros y tos, entre otros síntomas.
Estas vacunas (llamadas polivalentes) están disponible en una gran variedad de presentaciones, como jarabes, gotas, geles y pastillas, y pueden resultar de utilidad en algunos casos puntuales.
Finalmente, la ciencia cuenta con medicamentos que apelan a la estimulación inmunológica. La función primordial de este novedoso remedio consiste en intentar una activación de las defensas naturales del organismo. Vale aclarar que esta clase de fármacos, de éxito parcial, ha logrado producir la reactivación inmunitaria del organismo, aunque sólo en ciertos casos.
Cuando pensamos en qué alimentos pueden protegernos contra la gripe, casi indefectiblemente nos acordamos de las naranjas. Y no está muy lejos de lo indicado.
En efecto, estas frutas, al igual que otros cítricos, son sumamente ricos en vitamina C, fomentada por el doblemente Premio Nobel, el doctor Linus Pauling.
La incidencia del ácido ascórbico o vitamina C en la prevención de esta enfermedad viral radica en que esta vitamina, como otras, permiten mantener en alto la guardia inmunitaria orgánica, que puede evitar el desarrollo de diversas enfermedades.
No obstante, esto no significa que comer naranjas sea como “vacunarse” contra la gripe. Más bien, el secreto pasa por constituir un buen sistema inmune, lo cual nos hará más resistentes contra los embates virales.
¿Cómo lo logramos? Básicamente, a través de una alimentación equilibrada, que contenga un múltiple aporte de vitaminas y proteínas, las cuales fortalecen la eficacia del tejido por el cual se filtran los virus al organismo.
Para ello, debemos ingerir frutas en abundancia (no sólo cítricos), pescado, vegetales, fibras y carnes blancas y rojas, las cuales brindarán al cuerpo proteínas, oligoelementos y vitaminas A,
B1, B6, B12 y C.
Otro alimento del que no nos debemos olvidar es la clara del huevo. Si bien en los últimos años existe una “cultura anti-huevo” fundamentado en el contenido en colesterol, conviene aclarar que el mismo se encuentra únicamente en la yema. La clara, por lo contrario, es muy rica en proteinas.
En el caso de no poder llevar una dieta de este tipo, puede resultar conveniente adosar vitaminas sintetizadas, siempre bajo el consejo de un especialista en nutrición.
Muchas personas, asustadas o preocupadas por la aparición de un cuadro viral, se autoadministran antibióticos, y también pueden hacerlo ocasionalmente con sus hijos y parientes. ¿Esto es correcto? Hay que recordad que la gripe es una enfermedad viral y que los antibióticos luchan contra las bacterias y no contra los virus.
Además de esta cuestión, el problema central radica en que ingerir antibióticos inútilmente puede ocasionar una resistencia bacteriana. Esto quiere decir que, cuando un individuo ingiere innecesariamente antibióticos, produce que la bacteria se haga resistente a los medicamentos administrados, lo cual hará que ese antibiótico no sea de utilidad al próximo paciente contagiado con esa misma bacteria. Es por ello que algunos antimicrobianos han perdido su efectividad en los últimos años.
En definitiva, debemos considerar la inutilidad de ingerir antibióticos cuando haya gripe (aunque la misma esté acompañada de dolor de garganta, por ejemplo). Lo que debemos hacer siempre es consultar al médico de familia, clínico, pediatra o especialista, que nos brindará las respuestas necesarias como para poder soportar esa “semana fatal” de la mejor manera posible.